Muchas iniciativas, tales como VISIÓN 2020, el Taller de visión baja de Oslo 1  y la campaña global de Naciones Unidas “Educación para Todos”, reconocen la importancia de proveer atención a niños con visión baja.
En 1992, la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicó una definición de trabajo de la persona con visión baja 2 que dice: «Es aquella con impedimento de funcionamiento visual, incluso después de tratamiento y corrección refractiva estándar, y con agudeza visual menor a 6/18 hasta la percepción de luz, o un campo visual menor a 10 grados desde el punto de fijación, pero que utiliza o potencialmente puede utilizar su visión para planificar y/o ejecutar una tarea para la cual la visión es esencial.»

Funcionalmente, la visión baja se caracteriza por una pérdida visual irreversible y una capacidad reducida de realizar muchas actividades cotidianas, tales como reconocer a personas en la calle, leer el pizarrón, escribir a la misma velocidad que sus coetáneos y jugar con amigos.

Muchos niños con visión baja pueden desempeñarse mejor de lo que sus padres o cuidadores piensan y pueden gozar de la misma calidad de vida que cualquier otro niño, siempre y cuando su tratamiento siga en orden los pasos siguientes.

  1. Examen para establecer la causa de la pérdida visual
  2. Intervenciones quirúrgicas en casos apropiados (tales como cirugía de catarata)
  3. Evaluación de las diferentes funciones visuales del niño (visión a distancia, visión de cerca, sensibilidad al contraste y campo visual)
  4. Refracción exacta y suministro de anteojos
  5. Evaluación de y prescripción para ayudas para visión baja, tales como lupas
  6. Sugerencias para ayudas no ópticas para la visión baja, tales como soportes para leer o un rectángulo de plástico negro mate con una hendidura, para no perder la línea de lectura
  7. Apoyo educativo y capacitación en el uso de las ayudas para visión baja (con seguimiento).

Atención integral: un ideal

Varios grupos participan en la atención para niños con visión baja, tales como hospitales oculares, escuelas y programas comunitarios. Ésta atención debería proporcionarse de una manera estructurada e integrada, conocida como atención integral.

Un sistema integral de atención para personas con visión baja está compuesto por lo clínico, lo educativo y lo social. Idealmente, el sistema integral empieza localizando a las personas con problemas visuales y derivándolas a los servicios de atención ocular o clínicas de visión baja. Esto no siempre es fácil: existen diferencias entre los géneros en el acceso a la atención. Un estudio retrospectivo de visión baja emprendido en Asia3 por la autora reveló que las niñas acceden menos que los niños a la atención de visión baja. En consecuencia, tal vez sea necesario enfocar a las niñas directamente y no a través de líderes comunitarios o docentes en las escuelas.

Una vez identificados los niños con visión baja, los profesionales en las unidades oculares pueden proveer los componentes clínicos de la atención para la visión baja. Hacen un diagnóstico, tratan problemas agudos, realizan cirugías, evalúan las funciones visuales más relevantes (por ejemplo, visión a distancia, visión de cerca, sensibilidad al contraste y campo visual), y recetan anteojos de distancia y/o ayudas para visión baja.

Las visitas de seguimiento periódicas a los servicios clínicos son de suma importancia, puesto que las necesidades visuales de los niños pueden cambiar rápidamente (por ejemplo, cada año lectivo el tamaño de la letra utilizada en los textos escolares se vuelve más pequeño).